

Contemplar la herida, Contemplar la herida, para alcanzar humanidad Retiro – 21 de mayo 202
LAS HERIDAS NOS COMPROMETEN LA VIDA
Momento de Oración No. 2
La parábola que viene a continuación es quizás una de las más escandalosas de Jesús: la del Buen Samaritano. Se trata de una crítica clara poner por encima del amor a Dios, los deberes del templo o las dignidades de las instituciones religiosas. Además, como en otras parábolas, quiere sorprendernos: no es un buen judío el que resuelve la situación como Dios lo hubiera deseado, sino un extranjero, un indeseable, uno al cual supuestamente no había sido dirigida la Palabra de salvación. Detente en cada personaje, en qué piensa, cuáles son los motivos para ir así de prisa, para detectar a su vez las justificaciones que tenemos a la mano para despreocuparnos del que han quedado heridos por el camino. No es necesario que respondas todas las preguntas, escoge la que más te toque el corazón y respóndela por escrito.
Para comenzar
- Busca un lugar y posición corporal en el que puedas vivir tu experiencia de Dios. Respira, descansa y deja sentir que el Señor está allí y te acompaña.
- Oración preparatoria: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas al servicio y alabanza de tu Divina Majestad”.
- Petición Eje: “Señor, dame la gracia de escuchar tu llamado para cuidar las heridas propias y ajenas”.
Para permanecer
- Lee Lucas 10, 25-37 subrayando aquello que más te llama la atención. Detente y repasa esos lugares, buscando identificar las emociones que te suscitan. La escena no es algo distinto de lo que encontramos día a día en nuestro país: personas vulneradas en su dignidad por miles de motivos (violencia física, moral, sexual o psicológica) y personas indiferentes que pasan de largo, posponiendo la solidaridad que se espera de sus conciudadanos, de sus correligionarios. ¿Recuerdas alguna vulneración que particularmente ha dejado mella en tu corazón?
- Contempla el desfile delante del malherido. Trata de contemplar su mirada, la manera como le hacen el quite y escapan, arriesgándolo a la muerte, tan solo porque “tenían deberes religiosos qué cumplir”. ¿Te sientes identificado? ¿Has vivido la indiferencia? ¿Con quién(es)? ¿Qué justificaciones tenías a la mano… “no quise mi privacidad, mi tiempo, mi libertad, no complicarme la vida…, etc.”? ¿Qué sensación te dejó en el corazón haber seguido adelante? ¿Dónde crees que se origina la indiferencia y la apatía? ¿Qué “endureció el corazón”?
- Contempla ahora al samaritano, que de hecho es un excluido de los judíos, por ser “poco fiel” al Dios de Israel. ¿Qué te suscita esta paradoja? Contempla cómo se “complica” el samaritano y los gastos de dinero y tiempo en que incurre. Contempla, igualmente, que no lo hace solo sino ayudándose de un posadero que ayudará también a cuidar al malherido.
- Por último, mira al malherido y déjate afectar por sus dolores, el miedo a morir, la rabia que le provocó el asalto y la impotencia que sintió en ese momento. ¿Podrías ser tú? O ¿alguna vez has sido tu quien ha sido socorrido a otros(s) de esta manera? ¿Las heridas que te han sucedido en la vida te han abierto a la empatía con los heridos de este mundo?
Para terminar
- Cierra los ojos, respira profundamente y reposa el corazón en silencio. Habla con el Señor de este mundo malherido, no solo de tus heridas, sino la de tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo que se ven vulnerados por tantas y distintas violencias. Coméntale lo que sientes al respecto y deja despertar en ti la intuición de su respuesta.
Para evaluar
- Qué heridas ajenas han comprometido tu vida?
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